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Restaurante El Buey Boadilla, con los conceptos bien claros

Nos acercamos a conocer el restaurante El Buey Boadilla, hermano del restaurante de la calle General Pardiñas que desde el mundialista año 82 tiene abiertas sus puertas en Madrid. El propietario Octavio San José, después de muchos años dentro del mundo de la hostelería, decidió poner su personalidad al servicio de un nuevo establecimiento donde primara la calidad de las materias primas y un servicio atento y cercano.

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El Buey de Boadilla se encuentra situado junto al palacio del Infante don Luis, lugar emblemático de este pueblo madrileño por lo que es muy fácil de encontrar. El acceso no puede ser más sencillo desde Madrid y cuenta con zona de aparcamiento junto al propio restaurante. La decoración es sencilla con protagonismo de la madera en suelo y techo, las mesas son cómodas y espaciosas y con el suficiente espacio entre ellas como para poder mantener una conversación con tus acompañantes sin tener que levantar la voz. Hace unos días nos llegó una propuesta para hacer mención en nuestras valoraciones de los restaurantes el confort auditivo durante las comidas y el problema que de ello se deriva. En este caso, como hemos dicho, la distancia entre mesas es más que razonable, con lo que no se necesita elevar la voz para mantener una conversación agradable. Realmente no me interesa para nada conocer las vicisitudes de la mesa contigua. La vajilla se puede modernizar.

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Comenzamos nuestra comida, en este caso cena, con un aperitivo de la casa, queso Parmegiano lascado al momento de servir para conservar mejor sus aromasy su sabor. Nos encontramos un buena carta de vinos y para acompañar la cena elegimos un vino que rara vez nos defrauda, un Carmelo Rodero crianza que mantuvo el tipo desde el principio hasta el fin.

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Primer plato, una ensalada de bogavante con salsa octavia, un clásico de la propuesta de El Buey y una buena manera de entrar en materia. Para continuar nos decidimos por un pastel gratinado de puerros y gambas, delicado y ligero, ideal como preámbulo de los platos fuertes que estaban por venir.

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Nos dejamos aconsejar, nos trajeron un plato bien construído con ingredientes dispares del mar y la montaña, bacalao a la parrilla con trompetas de la muerte y salsa de garbanzos, una especie de humus pero un poco más espeso. El bacalao estupendo, con el punto de sal que a nosotros nos gusta descubrir en este pescado y con el punto de cocción exacto. Buena la combinación sobretodo con las trompetas.

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Y como no, venir a El Buey es para descubrir y descubrirse ante las carnes, esas carnes de vaca por lo que son de sobra conocidos. Como dicen muchos cocineros, producto, producto y producto. Servidas por estos grandes de la carne de vaca gallega que son Discarlux, estas carnes sobresalen por ser tiernas, jugosas y sabrosas. Pedimos lomo. En El Buey la sirven poco hecha (lista para comer), con sal gorda (nada de sales modernas), pero para darle un último “empujón”, y que no terminen de enfriarse mientras charlamos, traen a la mesa una piedra caliente que es bienvenida porque, queramos o no, la carne termina por enfriarse. Como contorno, patatas fritas hechas en casita, como debe ser. La presentación del lomo que nos sirvieron merece algo más, hay en el mercado fuentes y platos más modernos que a buen seguro no desmerecerían la calidad del producto.

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Finalizamos con una sobresaliente sopa de mango con fresas servida en copa de cóctel y brownie con helado de violeta. Bueno el brownie pero no creo que el sabor a violeta sea el que mejor acompañe al chocolate. Algo más refrescante (fruta de la pasión p.e.) funcionarían mejor.

En definitiva una propuesta clásica, con los conceptos bien claros y definidos. Entendiendo que el producto y el servício están por encima de cualquier moda.